Cuando un aficionado quiere obtener nuevos ejemplares de sus plantas debe recurrir a la multiplicación de éstas.
Dos son los sistemas básicos que pueden seguirse: el sexual, en el que intervienen los órganos masculinos y femeninos de la flor para obtener semillas, y el asexual, en el que de una parte de la planta, normalmente el tallo o las hojas, se obtiene una nueva planta completa.
Multiplicación sexual:
Realizada por semillas. Para obtener éstas, un grano de polen producido en las anteras debe ponerse en contacto con el óvulo encerrado en el gineceo o parte femenina de la flor. Las plantas que nacen de semillas muestran cierto grado de variabilidad intrínseca que, aunque poco acusado, es un instrumento útil para el floricultor, ya que le permite ir seleccionando las especies hasta conseguir nuevas variedades, y mediante los adecuados cruces, nuevos híbridos. Para que las semillas germinen adecuadamente deben recolectarse cuando hayan alcanzado la madurez, estado que suele caracterizarse porque se desprenden de la planta sin ninguna dificultad. Después de la recolección habrá que realizar una selección sobre el material recogido, eliminando todas aquellas semillas que presentan malformaciones, escaso desarrollo o algún tipo de parásito o enfermedad. Por último, deben almacenarse en un lugar seco, bien ventilado y oscuro hasta el momento de la siembra. Todas las semillas envejecen con el tiempo y pierden su poder germinativo, por lo que no es aconsejable guardarlas más de dos años. A la hora de la siembra deben seguirse los consejos dados para cada especie, en especial los referentes al momento de plantación y riegos, pues si una especie se siembra fuera de época, cuando nazca no encontrará las condiciones climáticas apropiadas y morirá.
Multiplicación asexual:
Este sistema, muy difundido en jardinería, se basa en que ciertas partes de los vegetales poseen la facultad de emitir raíces, y a partir de aquí, desarrollarse y producir una planta adulta completa. Presenta múltiples ventajas, entre ellas la de la rapidez y la de que la planta obtenida es idéntica en todos sus caracteres a los de la planta madre, factor muy importante si se quiere seguir manteniendo inalterados los caracteres de una determinada especie. También es un método insustituible a la hora de obtener nuevos ejemplares de híbridos interespecíficos, pues éstos tienen la propiedad de que son autoestériles, y al no producir semillas fértiles, la multiplicación vegetativa es el único método de reproducción posible.
Los principales sistemas de multiplicación asexual son: la estaca, el esqueje, la división de mata, el acodo y el injerto. Para asegurar el éxito es necesario elegir como planta madre a un ejemplar sano y vigoroso, emplear instrumentos limpios y bien afilados y realizar las operaciones requeridas en las épocas aconsejadas. El empleo de hormonas rizógenas en polvo puede facilitar el enraizamiento.